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Los Ratoncitos |
Aprovechando la información que nos brinda Internet, agradecemos de ante mano a la persona que ha compartido esta actividad, la posibilidad de recurrir a la siguiente actividad, en la que hemos trabajado y reflexionado sobre el cuento:
El cuento de los erizos
Vivían
en una isla una comunidad de erizos muy singular.
Sabían
trabajar la tierra y obtener cosechas y en vez de quedarse cada cual con su
parte lo que hacían era ponerlo todo en común: de esa manera lograban que nadie
pasara necesidad, nadie se hacía rico más que nadie pero tampoco había pobres
ni nadie pasaba hambre.
Compartían
además una gran casa común que habían construido entre todos y cuando ésta se
dañaba por los temporales todos colaboraban después en repararla, poniendo a
disposición de todos sus habilidades, destrezas y saberes sin reclamar pago
alguno.
En
época de frío se apelotonaban unos con otros a pesar de los naturales pinchazos
que se daban debido a esas apreturas con los pinchos de su piel; en épocas de
calor se abanizaban también unos a otros y así aminorar sus efectos.
Si
alguien inventaba algo que fuera beneficioso... en lugar de patentarlo
inmediatamente reunía a todos los demás y les enseñaba cómo lograr lo mismo que
él; consideraban que "puesto que la vida es un regalo que nadie puede
adquirir para sí mismo antes de nacer... ¿cómo iban a considerar todo lo que
con ella venía como una propiedad y hacer negocio con todos los logros que
venían gracias a esa vida?".
Y
si algún depredador los atacaba ellos formaban una inmensa pelota agarrados
unos a otros hasta hacerle huir: el depredador no se atrevía con todos a la vez
y temía ser aplastado por ellos que en esa defensa parecían ser todos uno.
Pero
cierto día uno de ellos empezó a padecer una curiosa enfermedad:
Tendía
a aislarse cada vez más, no compartía sus pequeñas cosas ni su tiempo; se
volvía receloso y sólo se acercaba a los demás cuando creía que podía obtener
algún beneficio de esa relación.
Esa
tendencia fue en aumento, hasta el punto que apenas se le veía siquiera
conversar con nadie. Incluso hacía cosas del todo inusual:
Aunque
había una casa común en la que todos cabían olgadamente, él empezó a excavar y
excavar fuera de la casa, en un lugar apartado de la isla, hasta conseguir
fabricar un inmenso espacio vacío dentro de la apretada tierra. Nadie sabía
porqué.
Mas
pronto se adivinó su intención: Empezó a almacenar en ese gran espacio interior
los frutos de sus cosechas, frutos que no compartía ya con nadie desde hacía
tiempo.
Al
preguntarle sobre ese proceder contestó:
- "Hay
que ser previsores; ¿qué pasaría si vinieran años malos y las cosechas fuesen
malas?; conviene, pues, ahorrar lo más posible, almacenar riqueza, y así nunca
me faltará de nada; vosotros haced lo que queráis, yo voy a ir a lo mío".
Al
principio todos le criticaban y se reían de él:
-
"Se le van a pudrir los alimentos ahí dentro. Además,
¿cuándo le ha faltado algo a alguien?".
Y
optaron por dejarlo estar.
Mas...
algunos empezaron a pensar que, quizás, este erizo estuviera en lo cierto y
también se preguntaban:
- "¿Y
si fueran mal las cosechas?; ... él no va a compartir nada, lo guarda todo para
él; así que... si no nos espabilamos y no hacemos lo mismo... puede que nos
muramos de hambre".
Y
empezaron a comportarse como este primer erizo.
Muy
pronto ya todos actuaron exactamente igual: nadie quería quedarse atrás,
"nadie quería morir de hambre debido a una mala cosecha: convenía mantener
a buen recaudo sus pertenencias y no compartirlas con nadie para que no
disminuyeran sus riquezas".
Y
llegó el invierno. Siempre habían sido duros, muy duros, y éste no fue ni más
ni menos que los anteriores, pero fue duro. Cada erizo se hallaba solo en su
gran galería rodeado de todas sus riquezas; nadie quedó en la gran casa de
todos, estaba completamente vacía.
Acabó
el invierno y todos sus rigores y al llegar la primavera... ningún erizo subió
a la superficie de la isla, a pesar del buen tiempo y la belleza de sus campos
en flor y llenos de vida.
El
silencio en las madrigueras era absoluto y un desagradable olor se estaba
extendiendo por toda la isla hasta que, llegado el verano, éste se volvió
insoportable.
Los
erizos habían muerto todos.
Los
erizos no murieron de hambre... sino
de frío.
CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO:
·
¿Por
qué los erizos permanecían apretados, en épocas de frío, a pesar de los
pinchazos que se daban con sus púas?, ¿qué puede significar esta metáfora?.
¿Qué relación tiene esto con nuestra convivencia?.
·
¿De
dónde arrancó el principio del fin de aquella tribu de erizos?. ¿Cuáles pueden
ser nuestros principales enemigos para nuestra convivencia?.
·
¿Qué
criterio siguieron los erizos ante los riesgos: el suyo propio o el de otros?.
¿Qué criterios tenemos sobre lo que debe ser nuestra convivencia?, ¿cómo la
estamos viviendo de hecho?.
·
¿En
qué puede mejorar nuestro grupo para ser realmente un espacio más fraternal?.
¿Qué estás dispuesta a hacer o poner de tu parte hoy para lograr esa
fraternidad que a veces echamos en falta?.