miércoles, 30 de septiembre de 2020

Cuenteamos

 


Rima para un cuento

 La Gallina Ponedora

que quería aprender a volar

       Escuchar atentamente una historia singular,

una gallina ponedora que quiso volar y volar…

 

Todos los días subía al tejado del corral

y desde allí se tiraba por ver si podía volar,

volar como las palomas que había en el palomar,

quería volar muy alto para poder divisar

el horizonte lejano que no                                                                                                             podía pisar.

 Así cada día subía a lo alto del corral

y se dejaba caer sin saber aterrizar,

poco a poco la gallina avanza un poquito más

y cada día sus alas más fuertes y grandes están.

 Un día el conejo vio sus alas desplegar y

dijo muy chistoso - ¡Gallina dónde vas¡

- Voy al tejado a tirarme, que quiero aprender a volar.

El conejo se reía y no podía parar:

eso es cosa imposible y nunca lo vas a lograr.

Pero la gallina insistía, y cada día un poco más

con sus plumas abiertas se alejaba del corral.

Un día que había tormenta quiso volver a intentar

y como hacía mucho viento la ayudó a despegar,

se la llevó muy arriba y la valla pudo saltar.

La gallina no lo creía, volando está,

volaba y volaba contenta, su deseo ha cumplido ya

vio todo el horizonte, el cielo y la tempestad.

Así que con esta historia os quiero comunicar

que con paciencia y perseverancia

TUS SUEÑOS PUEDES LOGRAR.

Loren

martes, 29 de septiembre de 2020

Uno de mis cuentos preferidos

 Seguimos poniendo tu cerebro y tus conocimientos de narración oral a prueba.





Un amor imposible...

 LA JOVEN Y EL PEZ

    Erase una vez, una joven que vivía en un pequeño pueblo pesquero. Cada día para ir a su trabajo se desplazaba en un barco. Le gustaba asomarse a la borda para ver como se deslizaba el barco e iba dejando una estela de espuma.

En uno de esos viajes, un día, vio un banco de peces y entre ellos destacaba uno especial, grande y fuerte. Quedó maravillada de su forma de nadar, como se deslizaba suavemente, y la fuerza que irradiaba.

Desde ese día no podía dejar de mirar en su búsqueda. Parecía que entre el pez y la joven se había creado una relación especial. Era como si el pez supiera que ella le estaba mirando, por eso daba saltos cerca del barco buscándola.

Él ocupaba su pensamiento día y noche. Soñaba que nadaba junto a él. Pero al despertar volvía a la realidad, porque sabía que jamás podrían estar uno con el otro, nunca nadarían juntos como hacían otros peces. En especial, con uno que siempre estaba a su lado.

Pasó el tiempo y los viajes se fueron alargando, sus caminos se separaron. Pero ella siempre lo presentía cada vez que el pez estaba cerca, aún sin verlo, lo podía distinguir entre cientos de peces. Intentó olvidarle, sabiendo que nunca podrían estar juntos, pero le fue imposible porque…

 

Ella se enamoró de Él, como el Sol de la Luna.

Sabiendo que nunca podrían estar juntos”.

Vivi

lunes, 28 de septiembre de 2020

¿Qué le pasará a Chiripito que no es feliz?

 Chiripito de Chillarón torero por afición.

Chiripito, así se llamaba el niño, rubio y con pecas, al que nadie hablaba en el colegio de Chillarón de Cuenca. Las niñas de su clase le decían todo el rato ¡Cara de galleta! ¡Cara de galleta!

Así Chiripito se pasaba toda la mañana, más triste que un día sin sol. Pero cuando sonaba el timbre de las 2, una gran sonrisa empezaba a dibujarse en su cara. Sabía que muy pronto, al abrir la puerta de su habitación, el capote estaría parpadeando al mismo ritmo que su corazón en la pantalla de su ordenador.

Porque el soñaba con ser torero, no un aburrido futbolista debajo de un larguero, sino un valiente torero, vestido de luces y adornando faenas para salir en hombros de las plazas de toros más importantes del mundo.

Pasaba por delante del ordenador varios minutos ensimismado hasta que una voz apestosa reventaba sus oídos: ¡Chiripito a comer alcachofas! ¡Qué asco de día!- pensó.

Por la tarde miraba a los niños malos de su clase por la ventana. Mientras devoraba el bocadillo de alcachofas como castigo por no comérselas al mediodía. Todas las malvadas y antipáticas niñas del pueblo jugaban al fútbol, pero el sólo jugaba a dibujar con su mano chicuelinas, pases de pecho y atrevidos muletazos, en la intimidad de su habitación. Hasta que una apestosa voz le decía: ¡Chiripito a cenar habas del huerto!, ¡Qué asco! Pensó.

Se fue a intentar dormir, pero mientras su mente viajaba a la Plaza de las Ventas esa noche, pasó algo maravilloso. Sin saber cómo, ni por qué, el cable del ordenador cobró vida y se enredó dentro de la pantalla para arrancar el capote del ordenador y ponerlo a los pies de la cama.





















Chiripito de Chillarón fue el más grande torero del mundo. El único capaz de realizar maravillosas faenas taurinas en un capote volador. Y Chiripito, Chiripirado, este cuento se ha acabado.

Adolfo Bodoque

Un libro para devorar de un bocado

Los personajes de la novela La estética de los nadadores de Ana Belén Rodríguez Patiño me han acompañado este fin de semana. Sin salir de casa, en mi sofá, en mi cama, he recorrido cada rincón de Cuenca. Lugares que ya han pisado mis pies muchas veces, y que volverán a pisar, porque son una maravilla que nunca dejan de sorprenderme. Mientras leía, he gritado de angustia en más de un pasaje, me he sentido acorralada y desamparada, he sonreído ante situaciones amorosas tan reconocidas y me ha apenado los desamores que a veces no eran tales. Me he estrujado el cerebro por adivinar el misterio que escondía la historia. Y al final, en el último instante, he entendido que la autora ha conseguido jugar conmigo. Después de leerlo he estado reflexionado sobre el refrán "la venganza se sirve en plato frío", y añado "hay que tener cuidado con que no se enfríe demasiado". Y sin contar mucho más acabo recomendando su lectura.

Enhorabuena a Ana Belén y a La estética de los nadadores. 

A veces hay que seguir nadando para seguir viva,

a veces hay que seguir leyendo para seguir nadando entre líneas.



viernes, 25 de septiembre de 2020

Nueva propuesta

 Te proponemos un nuevo reto. Por un lado harás gimnasia cerebral y por otro pondremos a prueba tus conocimientos...

¿Te atreves?



¿Cómo llega un príncipe al Polo Norte? Alba te lo cuenta...

          El Príncipe y el Oso Polar
 Había una vez un Príncipe llamado Petter Ban, que vivía en un castillo. Estuvo un montón de años en cama. Catorce o quince años después pasó a ser Rey. 
Un día, como su padre todavía podía mandar, le ordenó ir al sótano y que se convirtiera en lavandera. El príncipe estaba todo el rato en la lavandería, lavando la ropa con la lavadora. El pobre príncipe dormía entre la ropa sucia ¡Qué pena su padre le amargaba la vida! 
Después de un año le mandó aspirar el castillo. Así pasaba la vida: fregando, barriendo, quitando el polvo y aspirándolo con la aspiradora. Hasta dormía debajo de la alfombra porque tenía frío. Entonces, el príncipe decidió irse a la ciudad y acabó en el Polo Norte, donde se encontró un oso polar llamado Petter. 

El príncipe sorprendido exclamó: anda si tengo un tocayo (por cierto tocayo significa que tiene el mismo nombre que tú). 

El príncipe y el oso vivieron un montón de aventuras juntos. Un día de invierno iban, el príncipe y el oso, hacia sus casas por un atajo por el que solo tardaban 5 minutos en llegar. Pero el atajo estaba con hielo, intentaron subir pero no hubo resultado, intentaron reabrirlo pero tampoco consiguieron nada. Entonces, el oso polar se acordó de que su madre cuando era pequeño le había llevado por un camino que se tardaba dos horas ¡2 Horas! 2 horas después llegaron a su casa y se hicieron la cena. Cenaron y se fueron a dormir. 
Al día siguiente se reencontraron el oso polar y el príncipe y se fueron a la calle a ver si el camino seguía helado, como así era, decidieron quedarse en casa y jugar al Cinquillo y al Cluedo. Al tercer día el camino ya no tenía hielo y podían ir a sus casas para desayunar, comer, merendar y cenar. 
De repente el príncipe se cayó y se rompió la pierna, el oso se tuvo que ir a cazar y volver a casa con el príncipe encima. Al llegar a casa el príncipe se puso hielo. 

¡Qué suerte que hay mucho hielo en el Polo Norte! 

Cenaron, durmieron. El príncipe no tardó nada en quedarse dormido porque le dolía mucho la pierna. No pudo salir de casa hasta un par de meses después, estaba aburrido. El día de su cumpleaños le regalaron una tele (televisión) para que no se aburriera en su casa mientras tuviera la pierna rota. Y entre programa y programa el tiempo pasó… 




































Alba Pérez Fernández

jueves, 24 de septiembre de 2020

Uno de sirenas

 

Había una vez (yo) una sirena llamada Ariel. Vivía en el Atlántico, con su madre Alicia, que había fallecido, y su padre Neptuno.

Las mascotas más típicas de este océano eran las orcas y los delfines. Pero esta historia no es la de la tele, ni la de la peli, es una historia muy diferente… 


La sirenita ya era mayor. Entonces Úrsula que no era la mala, sino que era su tía.

Úrsula y yo estábamos en el Atlántico, que era mi casa, y de repente la perdí. Pero dentro de un rato vino la orca y el delfín. Mi padre Neptuno me castigó en mi habitación y grité: ¡Jope! ¿Por qué a mí?


miércoles, 23 de septiembre de 2020

La felicidad

 EL MOLINO QUE QUERÍA SER FELIZ

En Trigo había un molino que siempre estaba feliz. Estaba super orgulloso de ser un molino. Hasta que de repente el molino se puso triste porque en un aspa se le había puesto un tapón. ¿Por qué la gente es tan gorrina?- dijo el molino.

Y como el molino no podía parar las aspas y no tiene manos se preguntaba cómo lo iba a coger.

Vino el hombre que cuidaba el molino y se fijó que había un tapón en una de las aspas. Subió las escaleras del molino, paró las aspas, y quitó el tapón. Bajó el hombre las escaleras y por una ventana se le cayó una gorra. Esa gorra era su preferida ¿Por qué? Porque fue con la que compró el molino.

El hombre del molino se estaba haciendo mayor, no veía bien, por eso se enfadaba consigo mismo.

Hasta que de repente, fue a la tienda del pueblo y preguntó si había gafas y  se compró unas. Cuando va al campo de trigo ahora si ve su molino y está super, super, super feliz. El molino también está feliz de ver a su dueño feliz.

martes, 22 de septiembre de 2020

Cuentos Impuestos

LA FIESTA DE LA JIRAFA

Había una vez una jirafa que se llamaba Paca, le encantaba hacer pasteles. Pero la tragedia de Paca es que los pasteles no le salían bien.

Una mañana soleada tenía ganas de comer pasteles pero no le iban a salir, entonces fue a la mejor pastelería que había en toda la ciudad. Cuando llegó se pidió una tarta de chocolate. Cuando se la iba a comer se dio cuenta de que no se la podía comer ella sola.

Por eso hizo una fiesta con globos y confeti. Invitó a todos sus amigos a la fiesta, pero antes de que todos los invitados llegaran, tenía que ir al supermercado a comprar varias cosas: pajitas (para las bebidas), lana para agarrar los banderines), gorros (para los invitados) cucharas (para la tarta) y botellas de bebida.

 
Cuando acabó la fiesta ¡Menudo desastre! Había mucha basura por el suelo, había un puzle de la jirafa, botellas de las bebidas, la tele en el suelo y el sofá manchado. La jirafa aprendió que es mejor no hacer fiestas en casa.

Luna Bodoque Ortiz

lunes, 21 de septiembre de 2020

Horario de invierno

A partir de hoy, tras unas semanas de vacaciones, nuestra biblioteca está abierta con el horario de invierno.