lunes, 2 de noviembre de 2020

Último cuento

 El Abuelo y sus historias.

Queridos niños, hoy os voy a contar una historia que podía haber ocurrido en cualquier pueblo del mundo.

Había una vez un Abuelo, José, que vivía en un pueblecito pequeño. En verano se llenaba de alegría y de gente, pero en invierno quedaban muy pocos vecinos. Los cuales, debido al frío, en cuanto compraban en la tienda lo necesario para llenar sus neveras, se iban a casa a llenar su estufa de leña y pasar la tarde leyendo en el sofá. Los vecinos, se solían encontrar en la tienda o en el bar y comentaban algunas de las cosas que ocurrían en el pueblo, pero como ya he dicho, al haber poca gente, pasaban pocas cosas, mejor así porque contribuía al compañerismo entre ellos. 

Uno de los edificios más venerado de los habitantes era la Biblioteca, ya que para ellos significaba la opción de poder viajar y correr una aventura distinta cada tarde que se quedaban en su sofá al lado de la estufa. La biblioteca consistía en una sala pequeña llena de libros y revistas, donde cada día abría sus puertas una chiquita encantadora llamada María, que con una sonrisa siempre en la cara ayudaba a las personas que allí iban en busca de su aventura. Aunque también los había que preferían leer el periódico o simplemente conectarse a Internet (ya que muchos vecinos no tenían Internet en sus casas). 

Francisco, que era el pequeño de una familia numerosa, siempre estaba con el Abuelo José. Le gustaba pasear por el pueblo de la mano de su Abuelo y que le fuera contando las historias de cuando era joven y otras historias fantásticas que había recogido de los libros. Algunas veces incluso las mezclaba y se creaba una super-historia que bien podía haber sido el guión de una película de Indiana Jones. Durante sus largos paseos, el abuelo José también le contaba las historias de las plantas, sus propiedades medicinales, la época de floración y cual eran las preferidas de las abejas para hacer miel. A Francisco le fascinaba todo lo que salía por la boca de su abuelo, incluso alguna palabra mal sonante que decía al enredarse con las zarzas al coger moras.

Un día estaban sentados en la plaza del pueblo y Francisco preguntó: Abuelo, ¿Cómo sabes tantas cosas?

 -Hijo yo ya he vivido muchos años, y me han ocurrido muchísimas cosas, en este pueblo nací, me crié y probablemente descansaré. Nosotros jugábamos en la plaza al escondite, a las canicas, a las chapas y a otro montón de juegos que ya ni recuerdo, y vosotros en la ciudad ¿Qué hacéis?

- Pues nos levantamos muy temprano a las 7 de la mañana, desayunamos y vamos al cole. Después cuando salimos comemos, pero casi no nos da tiempo a descansar, porque enseguida tenemos que ir al conservatorio de Música los lunes y miércoles y a fútbol después. Los martes y jueves a la piscina, después tenemos que hacer los deberes, cenar y a dormir

El Abuelo muy extrañado le preguntó: ¿Y cuándo juegas?

 -Abuelo yo los juegos los tengo en el móvil.

El abuelo lo miró frunciendo el ceño como si no entendiera lo que decía.

-Sí, abuelo, aquí tenemos muchos juegos y mientras vamos de un sitio para otro pues jugamos y pasamos de nivel. Yo he llegado hasta el nivel 30 en el Candy Crush, mi amigo Pablo no ha pasado del 23.

El Abuelo no se podía creer lo que oía como ha cambiado todo: entonces no juegas con tus amigos.

 -Bueno los sábados y algunos domingos-

El Abuelo lo miraba y no salía de su asombro, con lo bien que él se lo pasaba allí, en esa plaza, donde estaban sentados con dos piedras y un lazo.

-¿Y a la Biblioteca? ¿Vas a la biblioteca?-

-No Abuelo, donde vivimos no hay biblioteca, pilla un poco lejos y mis padres no tienen tiempo para llevarnos.

-Pues eso lo vamos a solucionar ahora mismo, ven conmigo-.

Y se fueron a ver a María, que como siempre con una sonrisa, le preguntó a Francisco que si se quería hacerse el carnet de la biblioteca, ya que iba a pasar dos meses en el pueblo podía coger todos los libros que quisiera y llevárselos a su casa para leerlos. Francisco estaba encantado porque nunca había ido a una biblioteca y se saco su carnet, empezó a leer libros de aventuras que nunca había leído y el abuelo muy contento por todo eso le regalo una colección del Hombre y la Tierra de Félix Rodríguez de la Fuente. Ya que a Francisco le encantaba la Naturaleza, y así, abuelo y nieto iban todos los días a la biblioteca a leer después de sus largos paseos, luego jugaban a ver quién se inventaba la historia más fantástica, y José le aconsejaba libros que el en su juventud había leído y le habían gustado.

Francisco le dijo a sus padres que quería venir al pueblo los fines de semana, desde el viernes a domingo, y no quería ir a los partidos de fútbol. Los padres estaban extrañados, pero al final se convencieron que venir a ver a su abuelo era lo mejor para él y para sus hermanos, y sobre todo para ellos que pasarían más tiempo con su familia.

Francisco creció y terminó sus estudios, se convirtió en un gran contador de historias, muchas de ellas las utilizaron para hacer películas, en todas ellas aparece el personaje del sabio abuelo. Todos los fines de semana va al pueblo a depositar unas bonitas flores, frente a la tumba de su abuelo, a modo de agradecimiento y le cuenta una bonita historia. Pasa a visitar a María para ver qué le recomienda y ella siempre le recibe con una gran sonrisa, después pasea por la vereda del río, siempre de la mano de su hijo que escucha atentamente las historias que siempre cuenta. 

“Una biblioteca no es un conjunto de libros leídos, sino una compañía, un refugio y un proyecto de vida, es importante que en tu pueblo exista una”.

                                                                                                                                        Chiqui

 Y colorín colorado este libro de cuentos se ha acabado…

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