El Abuelo y sus historias.
Queridos niños, hoy os voy a contar una historia que podía haber ocurrido
en cualquier pueblo del mundo.
Había una vez un Abuelo,
José, que vivía en un pueblecito pequeño. En verano se llenaba de alegría y de
gente, pero en invierno quedaban muy pocos vecinos. Los cuales, debido al frío,
en cuanto compraban en la tienda lo necesario para llenar sus neveras, se iban
a casa a llenar su estufa de leña y pasar la tarde leyendo en el sofá. Los
vecinos, se solían encontrar en la tienda o en el bar y comentaban algunas de
las cosas que ocurrían en el pueblo, pero como ya he dicho, al haber poca
gente, pasaban pocas cosas, mejor así porque contribuía al compañerismo entre
ellos.
Uno de los edificios más
venerado de los habitantes era la Biblioteca, ya que para ellos significaba la opción de poder viajar y
correr una aventura distinta cada tarde que se quedaban en su sofá al lado de
la estufa. La biblioteca consistía en una sala pequeña llena de libros y
revistas, donde cada día abría sus puertas una chiquita encantadora llamada
María, que con una sonrisa siempre en la cara ayudaba a las personas que allí
iban en busca de su aventura. Aunque también los había que preferían leer el
periódico o simplemente conectarse a Internet (ya que muchos vecinos no tenían Internet en sus casas).
Francisco, que era el pequeño de una familia
numerosa, siempre estaba con el Abuelo José. Le gustaba pasear por el pueblo de
la mano de su Abuelo y que le fuera contando las historias de cuando era joven
y otras historias fantásticas que había recogido de los libros. Algunas veces
incluso las mezclaba y se creaba una super-historia que bien podía haber sido
el guión de una película de Indiana Jones. Durante sus largos paseos, el abuelo
José también le contaba las historias de las plantas, sus propiedades
medicinales, la época de floración y cual eran las preferidas de las abejas
para hacer miel. A Francisco le fascinaba todo lo que salía por la boca de su
abuelo, incluso alguna palabra mal sonante que decía al enredarse con las
zarzas al coger moras.
Un día estaban sentados en la plaza del pueblo
y Francisco preguntó: Abuelo, ¿Cómo sabes
tantas cosas?
-Hijo yo ya he vivido muchos años, y me han
ocurrido muchísimas cosas, en este pueblo nací, me crié y probablemente
descansaré. Nosotros jugábamos en la plaza al escondite, a las canicas, a las
chapas y a otro montón de juegos que ya ni recuerdo, y vosotros en la ciudad
¿Qué hacéis?
- Pues
nos levantamos muy temprano a las 7 de la mañana, desayunamos y vamos al cole.
Después cuando salimos comemos, pero casi no nos da tiempo a descansar, porque
enseguida tenemos que ir al conservatorio de Música los lunes y miércoles y a
fútbol después. Los martes y jueves a la piscina, después tenemos que hacer los
deberes, cenar y a dormir
El Abuelo muy extrañado le preguntó: ¿Y cuándo juegas?
-Abuelo yo los juegos los tengo en el móvil.
El abuelo lo miró frunciendo el ceño como si no
entendiera lo que decía.
-Sí,
abuelo, aquí tenemos muchos juegos y mientras vamos de un sitio para otro pues
jugamos y pasamos de nivel. Yo he llegado hasta el nivel 30 en el Candy Crush,
mi amigo Pablo no ha pasado del 23.
El Abuelo no se podía creer lo que oía como ha
cambiado todo: entonces no juegas con tus
amigos.
-Bueno los sábados y algunos domingos-
El Abuelo lo miraba y no salía de su asombro,
con lo bien que él se lo pasaba allí, en esa plaza, donde estaban sentados con
dos piedras y un lazo.
-¿Y a la
Biblioteca? ¿Vas a la biblioteca?-
-No
Abuelo, donde vivimos no hay biblioteca, pilla un poco lejos y mis padres no
tienen tiempo para llevarnos.
-Pues eso
lo vamos a solucionar ahora mismo, ven conmigo-.
Y se fueron a ver a María, que como siempre con
una sonrisa, le preguntó a Francisco que si se quería hacerse el carnet de la
biblioteca, ya que iba a pasar dos meses en el pueblo podía coger todos los
libros que quisiera y llevárselos a su casa para leerlos. Francisco estaba
encantado porque nunca había ido a una biblioteca y se saco su carnet, empezó a
leer libros de aventuras que nunca había leído y el abuelo muy contento por
todo eso le regalo una colección del Hombre y la Tierra de Félix Rodríguez de la
Fuente. Ya que a Francisco le encantaba la Naturaleza, y así, abuelo y nieto
iban todos los días a la biblioteca a leer después de sus largos paseos, luego
jugaban a ver quién se inventaba la historia más fantástica, y José le
aconsejaba libros que el en su juventud había leído y le habían gustado.
Francisco le dijo a sus padres que quería venir
al pueblo los fines de semana, desde el viernes a domingo, y no quería ir a los
partidos de fútbol. Los padres estaban extrañados, pero al final se
convencieron que venir a ver a su abuelo era lo mejor para él y para sus
hermanos, y sobre todo para ellos que pasarían más tiempo con su familia.
Francisco creció y terminó sus estudios, se
convirtió en un gran contador de historias, muchas de ellas las utilizaron para
hacer películas, en todas ellas aparece el personaje del sabio abuelo. Todos
los fines de semana va al pueblo a depositar unas bonitas flores, frente a la
tumba de su abuelo, a modo de agradecimiento y le cuenta una bonita historia. Pasa
a visitar a María para ver qué le recomienda y ella siempre le recibe con una
gran sonrisa, después pasea por la vereda del río, siempre de la mano de su
hijo que escucha atentamente las historias que siempre cuenta.
“Una biblioteca no es un conjunto de libros leídos, sino una compañía, un refugio y un proyecto de vida, es importante que en tu pueblo exista una”.
Chiqui
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